VIVA SAN CRISTOBAL

 

Se acerca el 10 de julio y, con ello, las fiestas de San Cristóbal de Guadramiro. Son unas fechas especiales para todos los guadramirenses, en cuanto que suponen el reencuentro entre muchos de nuestros paisanos, así como el lleno hasta la bandera de nuestro pueblo, que el resto del año transcurre en una tranquilidad apenas alterada por nada o por nadie, y que en las fiestas recibe una masiva asistencia de vecinos, de amigos de los pueblos de alrededor, que se acercan a Guadramiro con ganas de divertirse, de reír, de pasar buenos ratos.

En Guadramiro, lo primero que llama la atención al visitante es el nombre del pueblo, curioso y un tanto extraño para la mayoría. Se trata de un topónimo que cuenta con más de mil años de historia y cuyo ‘Ramiro’ hace referencia nada menos que a un rey, Ramiro II de León, que se decidió a repoblar nuestro pueblo allá por el año 939. El ‘Guad’ que lo precede no es sino un arabismo procedente de la palabra “wadi”, que se podría traducir como río o valle, aunque en la época y área en que tratamos su significado sería el de ‘valle’. Por tanto, tenemos que el nombre Guadramiro se podría traducir como ‘valle de Ramiro’, en una construcción nominal que se antoja propia del leonés del siglo X.

Pero la historia de nuestro pueblo no se inicia con este monarca (a la sazón, uno de los más importantes del Reino de León), sino que la presencia humana se remonta mucho más atrás. Por ello, en Guadramiro pueden observarse varias estelas de la época romana, la mayor parte embutidas entre los muros interiores de la iglesia y de la torre, parte de otra, curiosamente, dentro del muro exterior que hace de grada al frontón.

Fuera de la localidad pero dentro del municipio, también se ha atestiguado la presencia romana en los pagos de Los Villares, El Tejar y Los Casales. Del mismo modo, en el área del río la presencia humana se remonta al Paleolítico Inferior, a lo que habría que añadir la antigua existencia de sendos dólmenes en los pagos de Piedras Hitas y Las Torrecillas. Por otro lado, en el teso de San Cristóbal, donde actualmente se encuentra el depósito de aguas, antiguamente se asentó un castro vetón, teso que en la Edad Moderna acogió la ermita de San Cristóbal, que dio nombre al teso y cuyo titular era el santo que se venera en estas fiestas, representado por una impresionante estatua de tres metros tallada en el siglo XVI por el artista escultor Lucas Mitata, la cual preside actualmente la ermita de la Virgen del Árbol.

En todo caso, desde los primeros pobladores que llegaron a esta localidad, cuando era apenas un teso más en el inmenso campo, muchas han sido las andanzas que ha tenido Guadramiro en la historia. Curiosamente, llegó a pertenecer en el siglo XII al obispo de Zamora, fue la forma que encontró en 1167 el rey Fernando II de León de reparar a éste la entrada de los soldados reales en la catedral persiguiendo a un malhechor. Precisamente en dicho documento se recogía ya la existencia de Guadramiro en calidad de ‘villa’, lo que da buena muestra de la importancia que poseía nuestro pueblo. Precisamente en el reinado de Fernando II se puede circunscribir uno de los grandes misterios de Guadramiro, la existencia de tres cruces templarias que se hallan en la iglesia, las cuales podrían denotar la pasada pertenencia de Guadramiro a la Orden del Temple o quizá una posible extensión del Abadengo templario más allá del río Huebra/Yeltes, abadengo otorgado precisamente por Fernando II de León.

No puede olvidarse tampoco la existencia del Señorío de Guadramiro, otorgado en la Baja Edad Media a los Maldonado, que tradicionalmente han sido más conocidos en el pueblo como Marqueses de Castellanos por poseer dicho título referente a Castellanos de la Cañada (Ávila). Los Maldonado poseían en nuestro pueblo un suntuoso palacio, cuyo terreno se extendía desde la torre hasta la actual parada del autobús (zona a la que conocemos como ‘El Palacio’ ya que, aunque desaparecido éste, era donde poseía su portada principal), y el cual llegaron a conocer nuestros vecinos más mayores, pues fue desmantelado a final de los años treinta, corriendo en dichos años la misma suerte la ermita de San Sebastián, situada en la calle homónima.

De Guadramiro salieron importantes figuras como Fray Antonio de Guadramiro (el primer hombre en dar una misa en la Patagonia argentina en 1580), Fray Esteban de Guadramiro, Fernando de Ormaza (caballero de la Orden de Malta del siglo XVI que llegó a convivir con Cervantes), Luis José Díez Nieto de la Peña (Capitán del regimiento de Milicias de Salamanca en el siglo XVIII) o, más recientemente, Andrés Calles, uno de los más afamados tamborileros de nuestra provincia que, fruto de ello, fue premiado con la ‘Encina Charra’ en 1983.

 

No obstante, han sido muchos más los guadramirenses que día a día han conseguido prolongar la vida de nuestra villa en el tiempo para que hoy podamos gozar de su existencia. Gentes sufridoras, trabajadoras, que aportaron su simiente para que hoy todos los hijos de Guadramiro sigamos por el mundo. Fueron también muchos los guadramirenses que tuvieron que marchar a un exilio forzado por razones económicas, ya en el siglo XVI nos encontramos casos como el de Sancho de Lugones, Juana Díez, Pedro de la Peña o Pedro Maldonado, o aquellos guadramirenses que tuvieron que exiliarse de su pueblo por la intolerancia, como ocurrió con los moriscos que residían en nuestro pueblo en dicho siglo. En las últimas décadas hemos sufrido el exilio de muchos guadramirenses, paisanos que salieron del pueblo en busca de una vida que nuestra villa no podía darles, y que con su esfuerzo han logrado engrandecer otros territorios, algunos en otras zonas de Europa (como Alemania o Francia), otros en América (como Venezuela o Puerto Rico) y otros en diversos territorios de la geografía española (principalmente Madrid, Cataluña, País Vasco, aunque también Galicia, Andalucía, Aragón, Castilla la Vieja, Asturias o Extremadura), muchos de los cuales regresan a Guadramiro anualmente en las fiestas, reencontrándose con sus familiares y amigos, rememorando sus andanzas de mozos o recordando a quienes ya no están entre nosotros, bellas anécdotas de otras etapas de la vida que nos ayudan a disfrutar de la actual.

Sea como fuere, caminar por Guadramiro sigue siendo un reencuentro con la historia, caminar junto a la torre, la iglesia, la ermita, el hospital, la casa-palacio de El Moral, la fuente romana, la alhóndiga,… restos de un glorioso pasado que nos han de obligar a buscar un futuro mejor para nuestra villa. Calles y caminos que recogen los pasos de nuestros padres, abuelos, bisabuelos, y que mi abuelo Gonzalo, que en paz descanse, me hizo valorar de pequeño. Calles y caminos llenos de anécdotas curiosas, y otras más cotidianas que curiosas, salir de casa y encontrarse con paisanos, charlar un rato con ellos cuando el de Barrueco viene con el camión (o cuando venía Marcelino), las interminables tardes de verano de ‘futbito’ en el frontón de pequeños, los mozos mayores y sus partidos de frontenis, las charlas en el portalillo, los paseos al fresco en las noches de verano,… En definitiva, los innumerables recuerdos que graba un pueblo en la memoria de quien ha acostumbrado a recorrer y disfrutar de sus calles, a los que se suman en estas fechas los reencuentros que siempre ha proporcionado San Cristóbal con paisanos que se fueron lejos, con aquellos amigos que uno no puede ver a menudo.

Y es que, ante todo, las fiestas de San Cristóbal son unas fechas para divertirse, para mostrar a toda la comarca nuestra cara más alegre y ayudar a quien quiera venir a Guadramiro a disfrutar de estos días, a divertirnos todos, a mostrar cada uno de nosotros nuestra cara más Amable (que en el caso guadramirense ha de escribirse con mayúscula) y a compartir la alegría de que San Cristóbal ya está aquí un año más. ¡Viva Guadramiro!

 

C.J. SALGADO FUENTES