LOS PENDONES LEONESES DE SALAMANCA, UN BIEN QUE VALORAR
La 2 de Televisión Española emitió en el programa ‘La aventura del saber’ un interesante reportaje sobre los pendones leoneses (puedes verlo pinchando aquí), una reminiscencia cultural que aunque está presente en numerosos pueblos salmantinos, es escasamente valorado por el paisanaje de nuestra provincia.
Cuando hablamos de pendones leoneses, nos referimos a una especie de bandera gigante, enfundada en un largo mástil, que representaba tradicionalmente a los concejos del antiguo Reino de León, y que fijan sus orígenes en la Edad Media.
En esta época, los pendones fueron utilizados como enseña significativa de cara a evitar el ‘fuego amigo’ en las batallas que los monarcas leoneses emprendieron durante la reconquista, ya que la similitud de las vestiduras, en una época en la que no había uniformes para las tropas aportadas por los concejos, conllevaba más de un error en la identificación del enemigo. Así, los pendones concejiles permitían a los soldados reconocer sus enseñas para agruparse a su alrededor e identificarse como parte de la misma mesnada.
En este sentido, los actuales pendones leoneses derivan de aquellos que sirvieron de enseña local en las guerras medievales, si bien al finalizar la Reconquista su significado militar fue reconducido para actos civiles, pasando a ejercer de representante del concejo en las romerías o celebraciones, abriendo los desfiles que se realizaban por las calles de las localidades.
De este modo, aún podemos observar pendones de este tipo en las festividades de localidades del noroeste salmantino como Valderrodrigo, Corporario, Villasbuenas, El Milano, Yecla de Yeltes o Encinasola de los Comendadores, estando también presentes en muchas otras partes de la provincia, como Monsagro, Valero, Cepeda, Buenamadre, Santibáñez de la Sierra, San Pedro del Valle, Sorihuela, San Miguel de Valero, Valdehijaderos, etc.
A estos habría que sumar aquellos que, por una u otra razón, dejaron de sacarse en procesión y pasaron a dormir el sueño de los justos. Este es el caso, por ejemplo, de Guadramiro, de cuyos pendones aún se pueden observar dos enormes varales en un rincón de la iglesia, huérfanos de las telas que en su día los vistieron, siendo dos los pendones que poseía la localidad, uno blanco con bolas doradas y otro morado.
Asimismo, en la vecina comarca de Sayago, ya en la provincia de Zamora, tiene lugar cada año la afamada romería de los Viriatos o de los Pendones, declarada de Interés Turístico Regional por la vistosidad del desfile de pendones, al que acuden cientos de personas, y que reúne anualmente a los vecinos de ocho pueblos sayagueses, que acuden cada uno con su pendón identificativo, siendo estos Fariza, Cozcurrita, Mámoles, Palazuelo, Badilla, Tudera, Zafara y Argañín.
En todo caso, donde mejor salud conservan los pendones es en la provincia de León, donde han adquirido en los últimos años un gran prestigio social, reponiéndose a la época de decadencia y desaparición parcial que vivieron previamente. De este modo, muchos pendones que se encontraban guardados en sacristías, han vuelto a ver la luz y a salir en procesión como enseña del pueblo, mientras que otros, que se encontraban demasiado deteriorados o perdidos, pero de los que había constancia, han sido sustituidos por otros nuevos que han respetado los colores y formas de los originales.
A este respecto, sería interesante y motivante que los pendones de la provincia de Salamanca empezasen a cobrar el valor que tienen y recuperen su identificación como emblema del pueblo al que representan. En este sentido, Sayago nos muestra en la romería de los Viriatos que se puede estar orgulloso de los pendones locales, mientras que la provincia legionense nos ha demostrado que, si se quiere, hay posibilidad de poner en valor los pendones existentes y recuperar los perdidos que aún perviven en la memoria colectiva.
Sería tremendamente bello que el año que viene, cuando se cumplirán ocho siglos de la creación de la Universidad de Salamanca, se diese un desfile de pendones de las tres provincias por las calles de la capital del Tormes. Sería sin duda un precioso espectáculo visual, dada la vistosidad y belleza de los pendones cuando marchan en desfile, y que no dejaría indiferente a nadie, ayudándonos a mostrarnos orgullosos de nuestras raíces, y ganando por ello en autoestima, que buena falta nos hace.
Quizá, tras el largo invierno que están viviendo nuestros pendones, sea hora de que los salmantinos los pongamos en valor, que recuperemos los perdidos en las últimas décadas, y que hagamos actos de hermanamiento entre pueblos donde cada uno de ellos acuda con sus pendones a mostrar al vecino que estamos orgullosos de esa tradición compartida y de una tierra que, aunque maltratada por las administraciones, tiene muchas razones por las que valorarse, sentirse orgullosa de sí misma y por las que sacar pecho agarrando el toro del futuro por los cuernos.
Carlos Javier Salgado Fuentes